sábado, 4 de abril de 2015

La pasión de la tía Aída




Para las Pascuas a veces me acuerdo de la tía Aída. Papá era uno de nueve hermanos, y de todos sus hermanos creo que con Aída era con la que peor se llevaba.

La pobre tuvo una vida muy desgraciada. Creo que nunca se casó, vivió sola. Trabajaba como costurera en un taller -antes se llamaban “registros”- y toda la vida luchó con llegar a fin de mes. Le pagaban un vintén y medio, lo que conmovía profundamente a mi madre, pero no a Eugenio. El viejo siempre puteó contra la Iglesia, y más, porque sabía que Aída, creyente y devotamente religiosa como era, le daba lo poco que ganaba en ese trabajo de explotación a los curas en vez de usarlo para su provecho.

Recuerdo haber visto llegar a casa a la tía Aída con su valijita y sus poquitas cosas, muy flaca y demacrada. Briselda le dio uno de sus abrazos y la recibió con toda dulzura, sin que se enterara el viejo, acostumbrada a cuidar y a querer a todos como era.

Nos dijo que había decidido pedir asilo al Convento de las Hermanas Clarisas. Nos alegramos de que, al menos, ya no estuviera sola y se asegurara el sustento diario. Las monjas eran de clausura, pero de esas que no salen nunca y a las que no se ve más. Recuerdo que en la entrada a la iglesia tenían una especie de jaula de rejas a través de la cual, cuando mamá le llevaba alguna ropita o algún elemento de higiene, era imposible verle la cara.

Pero pobre tía Aída, no estuvo mucho tiempo allí. “No puedo quedarme más en el convento, estoy muy enferma.”, nos dijo

Nunca me voy a olvidar algo que decía: ella deseaba fervientemente que su muerte fuera lenta, y no de un momento a otro, porque si no no iba a poder “reconciliarse con Dios”. Yo no sé qué tanto necesitaba Dios de Aída o de qué debía perdonarla, no parecía ser una mala mujer, pero lo cierto es que se le cumplió su deseo: falleció de un cáncer de estómago, a los gritos, sufriendo un dolor indecible que no pudo calmar las crecientes dosis de morfina que le terminaron dando.

Claustro de la Abadía de las Hermanas Benedictinas de Santa Escolástica, Victoria, Buenos Aires
(foto de www.surco.org/comunidades/abadia-santa-escolastica)